1.
GUERRA DE CUBA (1868-78)
De
los restos del Imperio colonial español -Cuba, Puerto Rico, Filipinas e Islas
Carolinas- Cuba, por su desarrollo demográfico (1.350.000 habitantes en 1862) y
económico (producción de tabaco y caña
de azúcar), era la más preciada de las
colonias (la “Joya de la Corona”). La Guerra de los Diez Años, también
conocida como Guerra del 68 o Guerra Larga (1868-1878), fue la primera
guerra de independencia cubana contra las fuerzas reales españolas. Tuvo un
carácter anticolonialista, antiesclavista y de liberación nacional. La guerra
comenzó con el Grito de Yara, en la noche del 9 al 10 de octubre de
1868, capitaneada por Carlos Manuel Céspedes. Su foco principal se situó en la
parte oriental de la isla, más pobre y
atrasada, y contó con dos grandes
líderes Antonio Maceo y Máximo Gómez. Los independentistas cubanos se oponían
al monopolio comercial español, al pago de elevados impuestos, a que no se les
permitiese ocupar cargos públicos, y pedían el fin de la esclavitud con una
indemnización. Terminó diez años más
tarde con la Paz de Zanjón o Pacto de Zanjón, que establece la
capitulación del Ejército Independentista Cubano frente a las tropas españolas.
Este acuerdo no garantizaba ninguno de los dos objetivos fundamentales de dicha
guerra: la independencia de Cuba, y la abolición de la esclavitud.
2.
TERCERA GUERRA CARLISTA (1872-76)
En
1868 el nuevo pretendiente carlista, Carlos VII, publicó un manifiesto en el
que exponía sus ideas, entre ellas la de constituir unas Cortes de estructura
tradicional y promulgar una Constitución o carta otorgada, así como realizar
una política económica proteccionista. Tras el destronamiento de Isabel II, el
carlismo se organizó como una fuerza política legal en el nuevo régimen. En las
elecciones de 1871, el partido carlista, la Comunión Católica-Monárquica,
consiguió alrededor de 50 diputados y 30 senadores. Carlos VII, con la elección de Amadeo I, vio peligrar la posibilidad de una
restauración borbónica en cualquiera de las dos ramas y alarmado por la pérdida
de diputados en las elecciones de 1872, optó por la vía bélica y el 21 abril de
1872 dio comienzo a la Tercera Guerra Carlista, primero contra Amadeo y, tras
su abdicación, contra la República y finalmente contra Alfonso XII, hijo de
Isabel II, proclamado rey por el general Martínez Campos en Sagunto. La guerra
se desarrolló sobre todo en las Provincias Vascongadas y Navarra, Cataluña y en
menor medida en Valencia y Aragón. La guerra finalizó en 1876 con la conquista
de Estella, la capital carlista y la huida a Francia del pretendiente. Hubo
algunos intentos posteriores de sublevación, aprovechando el descontento por la
pérdida de las posesiones ultramarinas en 1898, pero no tuvieron éxito.
3.
MOVIMIENTO OBRERO
La lenta industrialización española explica la debilidad del movimiento obrero hasta
el sexenio democrático. En 1860 había en torno a ciento cincuenta mil obreros
industriales en el país, más de la mitad de los cuales vivía en Cataluña. No
obstante, ya desde la década de 1830 nacieron algunas asociaciones, como las “sociedades de auxilio mutuo”; se
produjeron algunas protestas de carácter
ludita, como los conflictos en 1835 en la fábrica “El Vapor” en Barcelona,
o las protestas contra las “selfactinas” en 1854.
Estas primera manifestaciones del movimiento obrero
fueron duramente reprimidas por los gobiernos de la época. A partir de 1868 se
produjo el auge del asociacionismo obrero por dos razones: reconocimiento del
derecho de asociación en la Constitución de 1869 y la activa propaganda de la
AIT o Primera Internacional, fundada en Londres en 1864 bajo la influencia de
Marx y Engels.Las nuevas libertades permitieron la creación de la Sección Española de la A.I.T. Su
fundación se debió al impulso del anarquista italiano Giuseppe Fanelli. Desde un principio en los
"internacionalistas" españoles hubo un predominio de la ideología anarquista, inspirada en el pensamiento
de Bakunin. Como era de esperar por su mayor grado de industrialización, el
movimiento anarquista tuvo un mayor desarrollo en Cataluña. Por otro lado, Paul
Lafargue, yerno de Marx, vino a nuestro país a propagar las ideas del marxismo. En 1872, se creó un pequeño grupo madrileño que poco
después daría lugar al PSOE. En España la presencia de anarquistas es superior
a la de socialistas, como quedó claro en el Congreso de Córdoba de 1872-73.
4. LA INSURRECCIÓN CANTONALISTA (1873)
La insurrección cantonalista fue un movimiento
político y social de escasa duración -apenas un mes-, salvo en el caso del
cantón de Cartagena- pero el desorden que generó, constituyó uno de los
principales factores del fracaso de la Primera República. La rebelión comenzó
en julio de 1873 con la proclamación del cantón de Cartagena, durante la
presidencia de Pi i Margall. Los cantonalistas de Cartagena llegaron a
proclamar un Gobierno provisional de la Federación Española y declararon la
guerra a Madrid.
El movimiento se extendió rápidamente y se organizaron
cantones por toda la Península, en especial en la zona de Levante y Andalucía.
Los cantones más importantes fueron los de Cádiz, Algeciras, Tarifa, Sevilla,
Loja, Salamanca, Granada y sobre todo Cartagena.
Desde
un punto de vista ideológico, resulta bastante difícil establecer un ideario
común a los diferentes cantones; el cantonalismo fue la expresión de la
radicalización del federalismo y del movimiento obrero. Consistió en la
declaración de Estados independientes de diversas ciudades españolas. Se
trataba de la República desde abajo, que luego se unirían en la Federación
Española. La mayoría de los cantones suprimieron monopolios, reconocieron el
derecho al trabajo, la jornada de ocho horas y terminaron con los impuestos
sobre consumo (derecho de puertas). Los cantones fueron alentados por los
anarquistas, socialistas y los republicanos intransigentes. Lo que mejor
definió a algunos cantones sublevados fue la intención de impulsar una
auténtica revolución social, con métodos radicales, pero con un acusado
carácter localista y espontáneo, a menudo falto de organización. Los cantones
fueron reprimidos por el ejército y,
durante la presidencia de Salmerón, fueron cayendo uno a uno, sólo el cantón de
Cartagena consiguió resistir hasta enero de 1874, cuando Martínez Campos y
Manuel Pavía lo ocuparon militarmente. Una de las consecuencias de la Revolución Cantonal fue provocar la dimisión de Pi i Margall como
presidente de la República y la de
Salmerón, que dimitió para no firmar
penas de muerte de cantonalistas
impuestas por la autoridad militar.